¿Hora de máximos?

Por Guillermo Cifuentes

“La libertad de expresión se termina en la apología del terror”. Jorge Escalante

En el habitual camino hacia una nueva votación uno de los argumentos reincidentes para lograr “la unidad” y para facilitar el acuerdo potencial es recurrir a lo que llaman los contenidos mínimos. Y a pesar de que nunca ha tenido éxito, la fe del carbonero brega por imponer algún resultado, por minúsculo que sea.

Esto de los mínimos debe tener su origen en las nostalgias de la política de tiempos heroicos, en las que la lucha apuntaba al cambio del sistema político y económico: se combatía por el socialismo. Hoy para hacer posible algunos acuerdos recurrir a los mínimos podría transformar en aliados a quienes parecieran ser herederos de esas viejas luchas. En realidad el fin de la política heroica, el último y único movimiento de ruptura en 1963 no dejó herederos organizados políticamente. Por supuesto ahí están un buen número de hombres y mujeres a los que admiramos por lo que hicieron, por lo que fueron y por lo que son. Políticamente no tienen expresión y quienes están organizados no esperan mínimos, prefieren una diputación nacional.

Por eso voy a referirme como ejemplo de lo que acabo de afirmar a dos hechos que aunque parecen no tener relación, se encuentran en la cultura política y debieran alertar a quienes aspiran a construir democracia en República Dominicana, en particular después de este largo camino que no conduce necesariamente a la democracia.

Es indispensable que la discusión política vaya a lo estructural y lo ejemplifico con un caso que puede resultar polémico, pero que es muy pedagógico: la candidatura presidencial del nieto de Trujillo. Es claramente un error llevar la discusión al tema de si tiene o no los requisitos legales, mucho peor la respuesta de algunos comunicadores que se han transformado en verdaderos “Can Cerberos” de la libertad de expresión. Ahora, como cuando en el año 1991 fue entrevistado en televisión por el “Gordo de la Semana” y en “El Nacional” por Radhamés Gómez Pepín, uno de los asesinos de las Mirabal que estaba convicto, confeso y prófugo de la justicia, vuelven a reinar los mínimos.

Pero estamos ante una situación distinta: el fantasma que rodea esta puesta en escena es el “negacionismo y la apología del terror” y esto se debe a los tantos años en que los mínimos fueron dejando todo en nada. ¿Insinuar siquiera, mucho más ignorar o negar, que los crímenes de la dictadura no existieron no afecta las conciencias de nadie?  ¿El mensaje negacionista no merece siquiera un reparo de tantos periodistas, políticos, abogados, académicos, religiosos, etc. que pueden convivir con estos mínimos? Peor para ellos. Quien no puede ponerse en ese plano es el Estado dominicano pues la comunidad internacional persigue los crímenes contra la humanidad mediante convenciones, tratados y pactos de los cuales el Estado dominicano es signatario y que tienen rango constitucional según la Carta de 2010.

Nadie debe olvidar esa precisa y contundente sentencia que reza que los derechos humanos son el encuentro de la ética y la política y estamos frente a un mensaje y un mensajero que a alguien debería alertar. Recuerda el experto en Derechos Humanos Jorge Escalante, en su último artículo que el Consejo de la Comisión Europea en una decisión del año 2008 bajo el título “Incitación al odio” determinó que “Se considerarán punibles como delitos penales determinados actos dirigidos contra un grupo de personas o contra un miembro de dicho grupo tales como (…) la apología pública, negación o trivialización flagrante de los crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra tal como se define en el Estatuto de la Corte Penal Internacional (artículos 6, 7 y 8) y los crímenes definidos en el artículo 6 del Estatuto Militar Internacional cuando las conductas puedan incitar a la violencia contra tal grupo o a un miembro del mismo”. Sería deseable que, por ejemplo, la comisión de ética del Colegio de Periodistas, les recordara a sus asociados la responsabilidad que tienen cuando ponen ante los ojos y oídos de los familiares de los desaparecidos, asesinados, torturados y perseguidos, las intervenciones del personaje que dice aspirar a gobernar este país mientras miente defendiendo el régimen dictatorial de su abuelo.

Eso se da como resultado de la apuesta permanente por los mínimos.  Y debe servirnos para verlo como una invitación a apostar a los máximos. Encontrarse con una diputada, a la que la propaganda en algunos medios tienen como parte del recambio generacional, argumentar según el periódico, que “a su juicio la sociedad no está madura para primarias abiertas” después de despacharse que “Yo te puedo decir quizás en 10 años o 15: sí, los partidos políticos están preparados para democratizar aun más estos procesos…” ¿Será que esta sociedad dominicana está preparada para elegir diputadas?

Recordé la respuesta del sociólogo Pierre Bourdieu, con eso de que “Juventud no es más que una palabra” al ser consultado acerca del problema: “El reflejo profesional del sociólogo es señalar que las divisiones entre las edades son arbitrarias. Es la paradoja de Pareto, cuando dice que no se sabe a qué edad empieza la vejez igual que no se sabe dónde empieza la riqueza. De hecho, la frontera entre juventud y vejez en todas las sociedades es objeto de lucha”. Y si de lucha por poder se trata parece que no será etaria la línea entre quienes aspiren a democratizar.

Como ven, la cosa no está fácil. Ya están aquí los arquitectos de la unidad como preveíamos hace unas semanas.  Y ya aparecieron con sus mínimos y sus reivindicaciones obvias, demasiado obvias a lo que suman ahora también una animosidad hacia los partidos políticos típica de los ex militantes y de los ex funcionarios. Siguiendo la línea respecto del admirado proceso político chileno, sería recomendable para quienes aspiran a seleccionar a los mejores candidatos, a unir todos los partidos después de la elección que pretenden ganar que se informen de lo que le pasó a Alejandro Guillier, en la última elección en que creyó descubrir que no había nada mejor que atacar a los partidos porque le hacía “mala prensa” juntarse con ellos a pesar de que era su candidato.

Hasta donde es posible saberlo, si alguien quiere ayudar a la construcción democrática no tiene otra alternativa que entrar a la política y mientras más se acerquen las elecciones más exigente se tornará esta decisión.

cifuentes.guillermo@gmail.com

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