No podemos vivir del pasado, pero tampoco negar la verdadera historia

Por Ricardo Bustos

La profesión que abracé durante muchos años, me ha permitido, entre otras cosas, ser el Locutor Oficial de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires, durante la gestión de tres gobernadores, cargo al que llegué sin ningún tipo de contacto político como suele ocurrir en muchas administraciones.

Una vez al año, desde Ceremonial, preparábamos con mis compañeros profesionales, uno de los actos institucionales más importantes y lo hacíamos junto a nuestros colegas del Senado y Cámara de Diputados Provinciales ya que se debían cursar todas las invitaciones para la “apertura de sesiones de la Honorable Legislatura”, cuyo invitado y único orador era el Gobernador de la Provincia, quien en la oportunidad exponía ante los Legisladores, los proyectos para que luego fueran tratados en las diferentes sesiones a lo largo del año.

Los ciudadanos que votan cada dos años, muchas veces desconocen a quienes están eligiendo en las boletas sábana, porque solo prestan atención a quien encabeza la misma, dejando de lado los nombres y trayectoria de quienes serán sus compañeros de ruta en los cuatro años siguientes de gestión.

Recuerdo que durante varios años, el día de la apertura de sesiones, estaba todo organizado y una de las premisas del Ceremonial, era no solamente la ética en la presentación, sino también la estética porque como se trataba de una fiesta de la democracia, donde todos los legisladores iban a escuchar el mensaje de la máxima autoridad del Poder Ejecutivo, se ubicaba a cada protagonista, de manera estratégica, de acuerdo a los bloques que integraban ya que, por espacio físico, la asamblea se realizaba en el recinto de la Cámara de Diputados, agregando para la ocasión sillones al lado de las bancas permanentes.

Hay algo que no podré olvidar jamás porque desde el atril donde tenía asignado mi espacio para realizar la presentación de las autoridades, podía ver y hasta escuchar a mi derecha y muy cerca, los comentarios que hacían los miembros de un bloque en particular.

Han pasado muchos años y cada vez que lo veo en televisión, vienen a mi mente aquellos momentos de encuentro constitucional, la adrenalina de la jornada por la responsabilidad de la organización antes y después de la sesión y esa imagen inconfundible de tres o cuatro impresentables diputados que, al ingreso de las autoridades al recinto, desplegaban unos carteles de tela con frases que ya no recuerdo bien, pero siempre iban dirigidas al mismo sector de la sociedad a quien consideraban “vende patria, oligarcas” y otras frases más que en la actualidad todavía llevan como bandera, toda vez que algún medio les pone un micrófono o una cámara cerca.

Estos individuos, una vez que comenzaba la presentación del Gobernador, se ponían de pie y abandonaban la sala, algo que repitieron los años que formaron parte del cuerpo legislativo, sin siquiera escuchar una sola palabra. Ya se había convertido en una costumbre.

Anoche, cuando Jorge Lanata, dijo que iba a realizar una entrevista a Luis D’Elía, volví a encontrarme con aquellos recuerdos, y antes de la entrevista, imaginaba su desarrollo, algo que finalmente ocurrió porque el entrevistado era uno de aquellos que mostraban las pancartas en aquellas sesiones de la Legislatura provincial.

Este tipo de personas, llevan un chip debajo de la piel y la única forma de vida que tienen es la de la agresión, verbal y física, porque así lo han demostrado infinidad de veces, amparados o no por el poder de turno.

Hoy, el fantasma de la cárcel merodea por la puerta de su casa y vencido políticamente porque ni su jefa lo quiere cerca, ahora accede a convivir aunque sea por 10 minutos con quien siempre ha considerado su enemigo, esos minutos de fama que no lo salvan ni limpian su trayectoria nefasta en la actividad desarrollada dentro del aparato político que, con votos de inocentes lo llevó a ocupar cargos importantes junto a su familia a la que, por cierto no escatimó en ubicar con elevados salarios.

La frutilla del postre para este humilde lector, fue cuando el señor D’Elía, muy suelto de cuerpo, aseveró que a Boudou, le habían acusado de la misma manera que Rivadavia, hizo con el padre de la patria General José de San Martín y que se había exiliado por corrupción.

Una cosa es que lo tomemos en broma cuando aparece en alguna pantalla de TV, pero otra y muy grave, es ver de qué manera intenta destruir la historia, mas en estos tiempos, donde la mayoría de los jóvenes no lee, no interpreta si lee, no escucha y lo peor es que tampoco les interesa saber de nuestra historia y si le sumamos algo más, este señor es Docente.

Lentamente, la sociedad, aún aquellos que supieron gozar de las mieles del populismo, van aceptando que la corrupción se ha robado no solo el dinero de los argentinos, sino que nos han roto la ilusión que al depositar el voto en las urnas, todos tenemos como arma para defendernos de los verdaderos traidores de la patria. No debe haber peor enemigo para una sociedad que los delincuentes ocupando cargos institucionales. Se impone a partir de ahora, visto los resultados del accionar de la justicia, que en lo sucesivo los ciudadanos que votan con los ojos tapados, empiecen a ver la luz y dejen de ser cómplices de la barbarie a la que siempre nos llevan personajes como el que hoy nos convocan. 

«La violencia es el último recurso del incompetente». Isaac Asimov (1920-1992) Escritor y bioquímico estadounidense.

El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556

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