Sem talentos nacionais

Por Guillermo Cifuentes

“Lo culpable en las horas decisivas, es la indecisión”. José Martí

Lo que viene de Brasil nos tiene tan en vilo que el día que nos dejó Giovanni Sartori, con su defensa de la democracia representativa, no pude evitar pensar que tuvo la genialidad, aun sin haber conocido al publicista carioca nacido en Tucano, de llamar “Homo cretinus” a su “Homo videns”.

Mientras tanto aquí, a los “talentos” se les ve incapaces de tejer un argumento que les permita, a estas alturas, siquiera engañar a algún incauto. La penúltima de las bajadas de línea -la operación que busca culpar a una conjura internacional de las noticias que llegan y seguirán llegando de Brasil- lo más suave que podemos calificarla es de extravagante.

En el desarrollo de la estrategia escuché a alguien llegar al colmo de responsabilizar al periódico O´Globo de tanta falsedad. ¿Las razones? Ese periódico apoyó a la dictadura militar brasileña… además de que, adivinó usted bien, ahí trabajó alguna vez como periodista Joao Santana. Tal vez también haya que consultar en periódicos viejos para saber cuáles eran las simpatías de Odebrecht, en aquellos días.

Así, hay cosas que cambian y otras no tanto. Por estos días debe ser tenido en cuenta el tema de las reformas a la ley electoral y la aprobación de la ley de partidos.

Cuando se observa como se mueven las piezas, la conclusión inicial es que la élite tiene miedo, pues las declaraciones y escritos evidencian que lo que hay no es la aparición de una repentina vocación democrática, sino el intento de influir, fuera de toda legitimidad democrática, por parte de los partidos, de las instituciones involucradas y de los grupos de presión de siempre.

Lo peor del asunto es que el miedo, esa respuesta tan humana a lo desconocido, hace que los actores respondan como siempre intentando que el resultado sea el de siempre.

El irrespeto de la institucionalidad es transversal, ¿o es que existe un lugar distinto del Congreso para discutir y aprobar las leyes? Los inventos de los diálogos con el Sr. Núñez Collado ya son tan evidentemente fuera de toda estética y legalidad que nadie se atreve a proponerlos, por lo menos en público.

Pero otro tanto está ocurriendo con la Junta Central Electoral (JCE). De acuerdo con la Constitución, una vez que la Junta depositó los proyectos de ley en el Senado dejó de ser actor en el proceso. Las innumerables caravanas de “opositores” no son más que el reconocimiento de que perdieron la brújula. Según los artículos 211 y 212 de la Constitución del 2015, a la JCE le corresponde organizar y “garantizar la libertad, transparencia, equidad y objetividad de las elecciones”. Todo un desafío que en la larga historia electoral del país los estudiosos dicen que solo se cumplió en 1962. Si no estuviéramos analizando temas tan serios, podríamos decir que resulta a lo menos gracioso ver esmerados en la decencia electoral a los ejecutores del gacetazo, de los palitos, de los cortes de energía eléctrica a la hora del conteo de los votos y de la reforma del 2015.

Entonces, el tema parece ser otro, me atrevo a proponer como la pregunta del momento si acaso en las actuales circunstancias y con la amenaza que viene de Brasil, sea posible esperar la aprobación de leyes que contribuyan al proceso de democratización.

Si ustedes observan cómo esto se mueve, todo indica que van a aprobarse las leyes, pero que no serán las que la democracia dominicana necesita para ser.

Se han esforzado en discutir contenidos, que en el mejor de los casos serán insumos valiosos para los programas del 2020, y que ahora van a ser “dialogados” y obviamente rechazados, pues no se trata de mayorías mecánicas, por más feo que suene.

Se trata, gústenos o no, del congreso resultado del proceso de reforma constitucional de 2015, el de los “expertos constitucionalistas”, de la puesta en escena de Quirino, del pasadía en Juan Dolio y de «otras linduras ideadas por el insigne ausente por estar preso».

Proyectos de ley tan importantes no debieron favorecerse en cuanto a su tramitación sin haber exigido antes la investigación de la denuncia que descansa en la procuraduría respecto de la forma en que se tramitó la reforma constitucional y que modeló el actual congreso e instituyó a su propietario.

Esto se va a cocinar rápido, pero no porque alguien quiera democracia, partidos regulados, financiamiento decente y público y elecciones como no ha habido antes. El cocimiento se hará al vapor porque la élite tiene miedo: teme la llegada de alguien “que no sepa nada de política” y teme que puedan desplazar a los que sí saben de política: los ex funcionarios de Trujillo, de Balaguer o a sus hijos, herederos de toda la seriedad que tan insignes personajes derramaron.

Lo verdaderamente representativo del menú que se cocina está en la “Comisión” que el pueblo acusa de ser puro “mareo” y que evidentemente repite la vieja receta de los últimos cincuenta años: “no podemos permitir que los cambios se den a pesar de nosotros, mejor nos aliamos al poder político dándoles una mano, puesto que el poder político nos da lo que queramos”.

Duele reconocerlo pero estamos ante la vieja y repetida fórmula de:

“Hagamos nuestros negocios y dejémosle la política al tigueraje”.

Pueden anotar esto y mandarme la cuenta en unas semanas.

cifuentes.guillermo@gmail.com

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