Un alerta a todo el mundo

Por Aquiles Julián

«Puede que este no sea el mejor momento, dada las circunstancias, pero están dándose con cierta frecuencia accidentes aparatosos de vehículos de lujo que quedan desbaratados por chocar a altísima velocidad contra postes en avenidas como la Anacaona, la Luperón y vías semejantes.

Resulta que aquí están ocurriendo competiciones de jóvenes con autos de alto cilindraje, en que una combinación de alcohol, testosterona, estimulantes y arrogancia hacen un cóctel de grandísima peligrosidad.

Lo hemos visto en la Lincoln.

Y en la República de Colombia.

Igual en Los Próceres.

Cuando uno de los participantes pierde el control y se estrella con el saldo trágico correspondiente, los otros participantes en la competición se evaporan y los intereses se mueven para que se oculte la verdad del hecho, y lo que aparezca es que, sin razón aparente, el joven corría como loco y perdió el control.

La sangría que periódicamente se lleva a un joven prosigue sin que se le ponga coto.

Las autoridades dejan hacer, porque hay dinero y poder detrás y muchos hijos de funcionarios participan de estas versiones tercermundistas de «Rápidos y Furiosos».

Y en los medios se oculta la causa real de los sucesos y simplemente se registra el accidente y su luctuosa consecuencia, tapando que hijos de funcionarios y empresarios se dedican en las noches a emular a Vin Diesel y demás actores y a distraer su abulia y su apatía con emociones extremas.

Piénselo. Nadie se estrella a esa velocidad que no sea por estar compitiendo en cuál de los dos vehículos es más poderoso y quién de los dos tiene más cuartos y cuenta con la máquina más pesada.

Así se han matado muchísimos y seguirán matándose más.

Y se seguirá tapando el origen.

Y seguiremos «lamentándonos» por muertes que nuestra hipocresía social, la irresponsabilidad de nuestras autoridades, la igual irresponsabilidad de los padres y la complicidad mediática que tapa esas correrías de los hijitos mimados de los que ponen anuncios y pagan publicidad, permitieron que sucedieran.

Si una patrulla policial detiene y apresa a uno de estos hijitos y los encarcela, al otro día los policías están cancelados o amonestados, porque en este país hay apellidos a los que ninguna ley o norma o regla alcanza. Son intocables.

Sólo que la muerte no discrimina».

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