Por el Pastor Hal Mayer En la primavera de 1836, Francisco J. McIntosh, de San Luis, mató a un policía e hirió a otro. Él podría haber recibido la pena de muerte en un tribunal de justicia. Sin embargo, una turba lo localizó en un retrete donde se escondía y lo llevó a la cárcel mientras otra multitud se reunía en torno al cadáver del policía. Enardecidos por ver cómo el policía se “revolcaba en…
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