Osinów Dolny tiene 200 habitantes y 150 son peluqueros

Osinów Dolny

(OSINÓW DOLNY, Polonia).- En esta pequeña localidad situada en la frontera alemana, habitan 200 personas de las cuales 150 se dedican al oficio de la peluquería.

Con más de 30 salones de belleza, Osinów Dolny, recibe miles de clientes, mayormente alemanas, que desde Berlín, recorren más de 60 kilómetros, con tal de lucir más hermosas. Además de que esos miles de clientes se trasladan aquí, motivados por los bajos precios.

La leyenda asegura que Osinów Dolny, situada a tan solo 60 kilómetros de Berlín, cuenta con la concentración de peluqueros más importante del mundo. Entre las granjas destartaladas de este rincón olvidado por el despegue económico polaco, los salones 〈de los que algunos ofrecen desde manicura y cuidado del rostro hasta solárium y café gratuito〉 han ido surgiendo en los jardines, en instalaciones prefabricadas o en pequeñas construcciones contiguas a las casas.

La calle principal de Osinów Dolny, alinea sus carteles de colores acidulados que muestran a chicas jóvenes con mechas bicolores y recogidos puntiagudos, como Salón Zuzanna, Salón Gabi, Salón Ada, Salón Teresa, Etc.

Ahorro

Aquí, el cabello cortado, tintado, permanentado y desmelenado es exclusivamente alemán. El Salón Karin, ya da la nota de color en la puerta de entrada. 

Sed bienvenidos, está escrito en alemán. En el interior, el zloty, la divisa polaca, ya ha perdido su valor.

Los precios están solo fijados en euros, y no son caros:

Un corte de mujer, cuatro euros. Con mascarilla, dos euros suplementarios. Color, con cejas incluidas, 20 euros.

En medio del estruendo de los secadores, Brigitte Arnzk, hace cuentas: «En Alemania, mi corte costaría 13 euros». Esta berlinesa de 70 años, que ha acudido con su vecina, se conforma con el servicio mínimo. Ya se ha teñido en casa, de castaño. «Así sale más barato», argumenta.

Cerca de la pila de lavar el cabello, Gudrun Knapp, explica su caso: «Vengo cada seis u ocho semanas, desde hace 15 años, siempre al mismo salón. En Alemania no me lo podría permitir». Los 60 kilómetros que debe recorrer para llegar hasta esta localidad se rentabilizan:

«Aprovecho para poner gasolina y también para comprar cosas para el bebé» más baratas de este lado de la frontera.

Las jubiladas alemanas, reinas de estos salones, constituyen una clientela muy madrugadora a la que las peluquerías se adaptan. Las sesiones de lavado, corte y peinado empiezan a las siete de la mañana. Los domingos incluidos.

La comunicación se reduce a lo esencial. «Cortar, secar», dice Brigitte. «Ja, ok, ok, bitte schön», le responde Jolanta Zelinska. Nada de chismorreos bajo el secador, ni de lectura de revistas del corazón. En cambio, la televisión polaca escupe sus decibelios, colocada entre los carritos de bigudíes y los bidones de tinte rojo cobrizo y caoba aterciopelado.

Oportunidades

Jolanta, abrió su salón hace nueve años, en una época en la que la localidad vivía sobre todo de la venta a los alemanes de cigarrillos y productos alimenticios. «Empecé a trabajar en un mercado, pero después de casarme me hice peluquera porque, como la frontera está cerca, hay trabajo», explica.

En aquella época, en Osinów Dolny, solo había un puñado de peluquerías. Ahora ya son más de una treintena, como fruto del flujo de clientes atraídos por la diferencia de precios. La búsqueda de oportunidades de ahorrar se ha convertido en un deporte nacional en Alemania.

Tampoco Eugeniusz Swierczynski, creía que su destino iba a ser ondular y alisar flequillos alemanes. «Pero vi que con esto había dinero que ganar», dice. Por lo que abrió un salón en los bajos de su casa hace 10 años. «Tengo 40 clientes al día, y una media de caja de 300 euros», explica rodeado por el ejército de aprendices, ataviados con camisas blancas o negras, que dirige.

¿Su mayor temor? «La introducción del euro» en Polonia, no antes de tres años. «Los precios aumentarán, los salarios también, y no se sabe cómo se pagará», termina Swierczynski.

Cortesía: Francesc Xavier Navarro de ceac.es

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