¡Ay! Si se escribe… (3)

MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera

En la parte “in fine” de la entrega anterior de esta serie de artículos que me he propuesto escribir sobre las engañifas de ciertos pretendidos gurúes de la comunicación, dije que se han pasado casi media vida engañándose con la única intención de ganar lauros inmerecidos; pero, a decir verdad, me quedé corto.

Y digo eso, porque en realidad el propósito de la trastada era, sobre todo, agenciarse mucho dinero garantizado con el uso de truchimanerías en contratos sinalagmáticos bajo firma privada ante Notario Público que hasta podían contemplar embargos ejecutivos extrajudiciales.

La práctica se extendía a casi todas las actividades propias del espectáculo. Aunque parezca increíble aquí se hicieron maravillas con presupuestos millonarios para supuestas transmisiones “en vivo” que al final se reducían a la contratación de un “drop telefónico” en una suite de un hotel “five stars” que pagaban con gusto los impresionados patrocinadores.

Sin embargo, sería infame de mi parte no apuntar que esa suerte de piñata se hacía a costa de las empresas que constituían el patrimonio del estado con el consentimiento del impertérrito doctor Joaquín Antonio Balaguer y Ricardo, a sabiendas de que con su actitud comprometía con el pan y pervertía con el circo.

Los derechos de autor de muchos intelectuales de otros países fueron violados de manera impune y continua; a tal punto que se copiaban programaciones enteras de estaciones de radio y algunos espacios de televisión de Estados de Norteamérica y de países como Chile y Argentina sin ninguna variación, aunque fuese para disimular el remedo.

En definitiva, toda una parafernalia para el fraude y la estafa que sólo el proceso de hacer del mundo una aldea, logrado con la globalización a través de la milagrosa Internet pudo detener. Uno de esos farsantes hasta tiene una radiodifusora de su propiedad con los recursos económicos que obtuvo mediante las argucias que emplean los mediocres

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