La política no puede exigir paciencia a un pueblo que tiene hambre de comida y justicia

Por Ricardo Bustos

Llegamos a la vida con el don de la palabra y la sabiduría y, cuando comenzamos a esbozar nuestros pensamientos por medio de la escritura, muchas son las veces en que creemos ser impunes por escondernos detrás del texto.

La paciencia no es virtud de nosotros, los argentinos, aunque algo de razón tenemos para obrar en consecuencia. Fueron tantos los gobiernos que construyeron puentes donde no hay ríos que no nos han dejado espacio para confiar ante las promesas.

Sabemos que en cuatro meses no se pueden solucionar los problemas que venimos arrastrando desde hace años, pero en orden de prioridades, a la hora de comenzar a solucionar problemas se imponen aquellos que afectan al ciudadano de a pie, el que siente en su bolsillo el vacío que dejaron las crisis económicas provocadas por los mismos políticos que siempre están en las listas sábanas a la hora de elegir en el cuarto oscuro alguna opción que nos lleve a confiar en algo positivo para el futuro inmediato.

Las necesidades del pueblo son diferentes a todas aquellas que preocupan a los que mas tienen, por ello es que cualquier ciudadano sin acceso a la cobertura mínima de las suyas actúa de una manera casi violenta al ver las injusticias que se presentan como fotos de un álbum irrespetuoso con derroches de riqueza y lujos conseguidos con dineros de ese mismo trabajador que apenas gana para llevar un plato caliente de comida a la mesa.

Está comprobado que si me enojo y lo hago público, alguien se enojará más todavía ante la falta de coincidencias por los conceptos vertidos. Podré opinar libremente de las aptitudes o valores de un gobernante siempre que no afecte su rango o investidura, ya que ello dañaría directamente a quienes por medio del voto dieron su respaldo para ser administradores de los bienes que pertenecen al Estado.

Por estos días, en los que es muy común ver o escuchar al ciudadano quejarse por los innumerables problemas que le afectan su diario vivir, (léase seguridad, inflación, salud, educación, servicios mal prestados, etc.) es preciso procurar por todos los medios, ubicar las palabras en su justa medida para no agregar más violencia a la ya instalada.

Quizá en otros tiempos, razonábamos de una manera más equilibrada y, si bien es cierto que se nos decía “debes contar hasta 10 antes de opinar”, es probable que hoy debamos hacerlo hasta 100.

Mi verdad, no es tu verdad y debo entender que el problema mío es el más importante visto desde mi perspectiva, pero no podemos rechazar la lógica de otros pensamientos porque somos racionales y desde ambos lados tenemos los mismos derechos a creer que así será.

Un gobernante, visto el presente relato, seguramente tendrá las mismas alegrías, tristezas, aciertos o falencias que nosotros y por ello es necesario entender que somos, con nuestra forma de expresión crítica y respetuosa quienes aportaremos seguridad, confianza y control para el buen desempeño de sus funciones.

Al ciudadano no le agrada que el máximo responsable de un gobierno actúe con soberbia, ignorando o mintiendo sobre los problemas de la sociedad y mucho menos acepta que los funcionarios designados por el gobernante, se arroguen el derecho de creerse dueños de las decisiones.

Hoy es muy común observar en los medios de prensa, peleas entre funcionarios oficialistas y opositores, olvidándose desde los dos lados que su actitud casi abstracta existe en sus propias mentes y que el entendimiento es la facultad de entender y entenderse con el semejante.

A veces desde el sector gobernante, sus funcionarios no comprenden que la certeza generalmente no se da cuando hay cruces convertidos en monólogos y todo ello ocurre olvidando que los seres de su misma especie les dieron el voto de confianza pero no para permanecer, sino para hacer.

Existir y ser en el ámbito de la gobernabilidad son inseparables ya que uno conlleva a lo otro y gobernar no siempre es tener la facultad para gobernar con voz propia, caso contrario dejaríamos de lado la práctica democrática de nuestros derechos.

Según Aristóteles, el primer filósofo que reflexionó en profundidad sobre la fantasía, ésta era una facultad del alma capaz de formar imágenes en la conciencia sin que estuvieran presentes en los objetos.

Con asombro vemos como algunos gobernantes homenajean permanentemente a Aristóteles prometiendo fantasías que en la realidad son solo humo… humo que se va y nosotros, los ciudadanos, creyentes de los discursos cotidianos, solo atinamos a darles una y otra vez oportunidades que esperamos no se conviertan en fantasías.

El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556

Leave a Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.