La verdad nos duele… la mentira nos destruye…

Por Ricardo Bustos

Pasarán los días, los meses y los años y siempre estarán vigentes en nuestra vida institucional las palabras de un gran constitucionalista que ha dado la Argentina. De no haber sido por los trasnochados apurados de turno que vieron con cierto temor la frustración de sus aspiraciones de poder por caminos equivocados llevando a cabo el zafarrancho de reformar la Constitución en el año 1994, dejándolas patas para arriba, aún hoy muchos artículos del año 1853 estarían vigentes porque precisamente hablaban de la verdadera libertad del ser argentino.

Quizá, primero deberemos reconocer como ciertas y muy actuales las palabras que pronunció el ilustre tucumano que, como tantos próceres nuestros murió en el exilio.

“Los medios de protección que la Constitución nos proporciona, son la libertad, los privilegios y recompensas conciliables con la libertad.

Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente.

Se nos alentó a consumir sin producir. Nuestras ciudades capitales son escuelas de vagancia de quienes desparraman por el resto del territorio después de haberse educado entre las fiestas, la jarana y la disipación.

Nuestro pueblo no carece de alimentos, sino de educación y, por eso tenemos pauperismo mental. En realidad, nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas. Sobre todo, se muere de pereza, es decir, de abundancia.

Quieren pan sin trabajo, viven del Maná del Estado y eso los mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición.

El origen de la riqueza son el trabajo y el capital, ¿qué duda cabe de que la ociosidad es el manantial de la miseria?. La ociosidad es el gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas.

«Es preciso marcarla de ‘infamia’; ella engendra la miseria y el atraso mental, de las cuales surgen los tiranos y la guerra civil que serían imposibles en medio del progreso y la mejora del pueblo”.

El periodista argentino que escribió estas reflexiones en marzo de 1855, en tiempos de la Confederación Argentina, se hacía llamar “Figarillo” y dos años antes había sido el inspirador de la Constitución de 1853. Se trata de Juan Bautista Alberdi, Tucumano nacido el 29 de agosto de 1810 y fallecido en Francia un 19 de junio de 1884. Fué abogado, jurista, economista, político, estadista, diplomático, escritor y músico argentino y como si fuera poco, autor intelectual de la Constitución Argentina en 1853.

Más allá de las ideologías, hay que reconocer que todo lo que dijo en 1855 lo estamos viviendo hoy. Las verdades duelen pero son realidades que estamos viendo todos los días y nada hacemos para cambiar.

El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556

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