Nostalgiando sin tristeza

Por Guillermo Cifuentes

“¿Por qué el régimen de dominación neoliberal es tan estable?, ¿Por qué hay tan poca resistencia?, ¿Por qué toda resistencia se desvanece tan rápido?, ¿Por qué ya no es posible la revolución a pesar del creciente abismo entre ricos y pobres?. Para explicar esto es necesario una comprensión adecuada de cómo funcionan hoy el poder y la dominación”, Byung-Chul Han

Reconozco que por estos días resulta difícil escribir al margen del efecto de las elecciones chilenas del pasado domingo 19 y la incertidumbre del próximo 17 de diciembre, día en que será electo el próximo presidente de Chile.

Parece pertinente -independientemente de lo que ocurra en la segunda vuelta de las elecciones- aprender del proceso chileno, sacar algunas conclusiones que ayuden a construir democracia y que confirmen la tendencia a la realización de reformas sociales, económicas y políticas en todos nuestros países. Y, ¿por qué no decirlo?, alegra la posibilidad de romper con la tan publicitada idea del ocaso de los gobiernos progresistas en América Latina, con espectáculos deprimentes e indignos.

En cuanto a República Dominicana, ya no puede ser que siga apareciendo como una grosería la necesidad de cambios como terminar con las AFPs, con los seguros de salud privados, con la gratuidad de la enseñanza en todos sus niveles y la necesidad de cambios constitucionales donde adquiere protagonismo la modalidad de Asamblea Constituyente.

En el ámbito político chileno parece haber quedado muy definido que el proceso de transición llegó a su fin o que, a lo menos, concluirá de manera distinta a lo que parecía anunciarse. Aunque no se diga mucho todavía, quien concluyó la transición chilena no fueron los resultados obtenidos por el Frente Amplio. Lo que concluyó esa transición fue el cambio en el Sistema Electoral, el remplazo del bi nominalismo de Pinochet, por un sistema proporcional que permitió algo absolutamente imposible en elecciones anteriores a las que nos ocupan: el surgimiento de una potente “tercera fuerza” cuya importancia ya está gravitando respecto de la elección de diciembre y con un peso importante por su nueva bancada parlamentaria.

Una simple lectura de esta experiencia que está viviendo Chile, pone en evidencia que el determinismo lóbrego y hasta oportunista de los que todo lo quieren resolver mediante “la unidad de la oposición” sólo conduce a la parálisis y a que todo quede igual. Existe, allá y aquí, una mayoría social que quiere más y mejor democracia y que exige articulación política para que los cambios sean posibles. Sin articulación política sólo habrá una sucesión de lamentos. (Escribí articulación, no escribí unidad).

Respecto a otros cambios que quedaron instalados en Chile, y cuyo análisis sería bueno no descuidar porque en esta media isla -por alguna razón nada desconocida- no se mencionan aunque son cuestiones que están en plena ocurrencia. Entre esos temas está el del fin de las AFPs, alrededor del cual se ha ido instalando un acuerdo cada vez mayor acerca de lo necesario de su eliminación como modalidad única de administración de los fondos de pensiones (pues los que votan son parte del 70% de los chilenos que obtienen una pensión igual al sueldo mínimo y también del 40% que es pensionado y está bajo la línea de pobreza). Debe destacarse que es el Estado quien paga las “pensiones asistenciales” (así se llama a los que se quedaron sin fondos en la AFP), comprobando de esa manera aquello de que el neoliberalismo es para los pobres y el socialismo es para los empresarios. Lo propio ocurre con el caso de la salud, en que el publicitado Plan AUGE ha sido incapaz de resolver los déficits de atención pública, pero constituye una eficiente modalidad de traspaso de fondos públicos al sector privado. Otra vez el socialismo para los empresarios.

Igualmente, ¿por qué no poner atención al tema de la gratuidad de la educación? (ojalá que no sea porque el “líder de la oposición” es dueño de una universidad). Sin duda en este país en el mundo llegará un día en que habrá que entrarle a la educación pública y a lo mejor hasta se requiera revisar el vergonzoso “Concordato” (vergüenza para un Estado soberano y vergüenza para una Iglesia delatada como de cristiandad y dueña de privilegios absolutamente incompatibles con su misión). El pretexto para impedir la gratuidad -aquí y allá- es la falta de recursos económicos.  Pero aquí, para justificar que la educación sea tratada como un servicio y no como derecho, habría que saber no sólo cuánto le cuesta al Estado dominicano la UASD, también habría que sacar cuentas respecto de las transferencias al INTEC, PUCMM y otras. Neoliberalismo para los pobres, otra vez.

Resulta también interesante recordar lo ocurrido con las reformas del sistema electoral que han provocado los mayores cambios en la representación política desde el fin de la dictadura de Pinochet. Estas reformas que acaban de entrar en vigor por vez primera incluyeron, como se sabe, el fin del sistema binominal, el establecimiento de una nueva modalidad de financiamiento público y privado de la política, una ley de cuotas para favorecer la participación de la mujer y las elecciones primarias que extrañamente (?) no son cuestionadas en Chile por ningún actor político, pero sobre las que en esta isla de azúcar y de alcohol se afirma que “sus resultados no han sido los mejores o esperados”. Claro que quien hace esa afirmación no explica por qué no han sido los mejores, ni cuáles eran los resultados esperados.

Para responder esa duda, el mejor argumento es reconocer que el dueño de Funglode siempre le ha huido como el diablo a la cruz a las primarias abiertas, simultáneas, vinculantes y voluntarias (para los partidos y para los electores) pero eso es insuficiente políticamente y roza con la falta de ética tratándose de un documento con pretensiones académicas. Si hay algo que no tiene perdón, es olvidar que los cambios al sistema electoral se deben evaluar en cuanto a cuánto influyen en el sistema político y si lo hacen más democrático, nunca en si favorece a mi partido o a mi candidatura. Conste que no lo digo  porque crea que en cualquier decisión política no primen intereses, pero hoy, cuando se pueden leer los diarios del mundo por la mañana, es hora de dejar de actuar en forma tan mezquina, atrasada y antidemocrática.

Finalmente resta poner entre los temas que aparecen como comunes, el del cambio constitucional, observado como un buen camino hacia el fin de la fractura entre la política y la ciudadanía.  Allá como aquí reaparece la idea de la modalidad de Asamblea Constituyente, sin que exista esa posibilidad en la legalidades vigentes. La divergencia seguro que para muchos de aquí será irrelevante, pero lo que tal vez haga la diferencia es que allá pretenden llegar a la asamblea constituyente mediante acuerdos institucionales y para acercarse a esa posibilidad han hecho esfuerzos por lograr cargos parlamentarios que acerquen la asamblea a las posibilidades políticas. Aquí no se puede olvidar a quienes llaman a “la unidad opositora” cuando se negaron a las listas unitarias para la elección de legisladores con lo que es mucho más dudosa la posibilidad local de conseguir la Asamblea Constituyente por la falta de legisladores que pudieran favorecerla. En esas circunstancias el “llamado” a Asamblea Constituyente parece más un llamado a la “insurrección”.

cifuentes.guillermo@gmail.com

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