Una decisión inteligente

MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera

La inadmisibilidad de la pretendida homologación del acuerdo a que arribaron el Procurador General de la República y constructora brasileña Odebrecht, decidida por el juez José Alejandro Vargas, merece ser considerada como inteligente y justa por su estricto apego a la Ley y al Derecho.

También aleccionadora por cuanto sienta un precedente que tendrán que registrar los archivos de la jurisprudencia nacional en materia penal. Así el licenciado Eduardo Jorge, no podrá calificar desacertada la decisión del magistrado coordinador de los Juzgados de Instrucción.

Ni tampoco podrá tildar de grosera incongruencia que en la brillante motivación de su veredicto, el probo y gallardo jurista apelara al Derecho Comparado, cuando citó la jurisprudencia de Guatemala; algo que no debía desconocer el abogado bancario y constitucionalista.

Desacertada y grosera e interesada ha resultado su reacción, aunque, eso sí, muy justificada. En el ejercicio del Derecho cada quien, amparado en su libre albedrío, tiene la potestad de elegir lo que más le convenga sin que importen los escrúpulos. Y de eso se trata.

No hay por qué dudar que el mentor de la trapacería con el fin de lograr la pretendida homologación en Instrucción fuera el mismo sujeto de las subjetivas calificaciones de marras. Jean Alain Rodríguez, no tiene la necesaria capacidad ni la suficiente argucia para instrumentar un expediente con esa intención.

Por así decirlo, todo el mundo sabe por qué y por quién está en la Procuraduría General de la República el licenciado Rodríguez.

Dios aprieta, pero no ahorca.

El expediente del caso Odebrecht, ha puesto a la sociedad civil a remover el altar de la corrupción económica y sexual de este gobierno.

El propósito de que un juez de Instrucción homologara lo acordado por Jean Alain, con el representante y los abogados de la constructora brasileña era eximir de responsabilidad a Danilo, en tanto Jefe, de hecho, del Ministerio Público; y que fuera el Poder Judicial que cargara con la culpa de la ignominia.

¡Santísimo, cuánta perversidad!

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