Y más sobre El traidor no se redime

MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera

En la primera ampliación de este tema, después de dos entregas, proporcioné datos que ya les había recriminado a los diligentes panegiristas y a los periodistas que escribieron y entrevistaron a Antonio Imbert Barrera, haberlos desdeñado adrede con la marcada intención de ocultar la verdad.

Los primeros, es decir, los panegiristas, es obvio que se nutrieron de los comentarios y análisis hechos a través de los medios de comunicación (prensa escrita, física y digital, radio y televisión convencionales y digital en la Internet) por los informadores-gacetilleros que tuvieron el nada envidiable “honor” de hablar con el traicionero.

Habría que saber si tan solícitos servicios fueron a cambio de alguna prebenda; pues hay que suponer que el personaje de marras era el más interesado en que se ponderara y alabara su supuesta gallardía y condición de héroe. Sobre todo, porque siempre tuvo con que pagar esas “deferencias desinteresadas”.

Ser Administrador de una mina de oro, cual que sea, y Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas durante no menos de dos años, entre otros cargos que cuestionan su hombría de bien, jamás puede ser poca cosa en un país donde siempre ha imperado el interés pecuniario sobre la filantropía o cualquier manifestación de condescendencia.

Es tan cierta esa perogrullada que el más generoso de los dominicanos, el padre Francisco Xavier Billini Hernández, hoy día, aún es motivo de despectiva e insolente burla cuando a algún desalmado un menesteroso le solicita una ayuda por caridad.

¿Tú crees, ¡coño!, que yo soy un Padre Billini? Es lo que le dicen a quien no tiene culpa de que la fortuna no le regalara aunque fuese una sonrisa. Pero, también es posible que esa sea la reacción de otro que “no tiene ni con qué caerse muerto”

En fin que el gran problema de este país, y en consecuencia de todos sus nacionales, es la inequidad que se manifiesta en todas y cada una de las actividades del ciudadano ordinario que ¡Oh, paradoja! es mayoría y, no obstante, por obra de la perversidad enseñoreada en el Poder, permanece subyugada en espera de justicia

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