Acerca de la venganza

Por Guillermo Cifuentes

Entre tantas reflexiones y artículos que se publican cada enero, hay algo sobre lo que pocos discuten: lo nuevo del año nuevo consiste en realidad en ocuparse de lo que quedó pendiente del año pasado. Lo que se hizo el año anterior sólo será importante si nos dejó asuntos pendientes, inacabados.

Sin embargo, hay algo mucho peor que nos permiten comprobar esas reflexiones y es que hay temas capaces de seguir manteniéndose “nuevos” por más de cincuenta años.

Hace unas semanas me sorprendieron unas defensas del “borrón y cuenta nueva”, elevándola casi a inteligencia de Estado, calificándola de estrategia electoral exitosa y justificándola siempre como necesaria para impedir la “sed de venganza”.

Todo lo que se edifica sobre arena dura poco, máximo unos meses. Y no precisamente por impedir la sed de venganza, dura poco por impedir la “sed de justicia”, pero la historia “siempre dice”.

A estas alturas del Siglo XXI en el que los avances de la humanidad son innegables –la no prescripción de los crímenes de lesa humanidad, por ejemplo- hacer tales afirmaciones es casi otro crimen de lesa humanidad. Especialmente porque la impunidad provoca que se busquen donde no es las razones de la crisis de las instituciones, por ejemplo.

No hace mucho Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, le salió al frente a un editorial de “La Nación” de Buenos Aires que pedía “no más venganza” con argumentos parecidos a los que motivan esta nota: “La ‘verdadera vergüenza nacional’ no es la que habla su diario, es la que sufren los países que nunca pudieron juzgar a sus dictadores, y la que les cabe a los represores que no se arrepienten de lo que hicieron o los más de 50 que están prófugos de la justicia”. Hasta los empleados del periódico protestaron por el editorial.

Aunque sea muy básico, es necesario recordar que la venganza se impide con la justicia. Triste es el futuro de los pueblos que ante la falta de justicia piensan como desagravio acudir a la venganza. Felices los pueblos que tienen hambre y sed de justicia y la ejercen. ¿Y qué de los pueblos sin sed de justicia ni de venganza?.

Pero el motivo principal es la equivocada, no quiero creer que mal intencionada, comparación de Bosch con Mandela (escribí sobre el tema aquí mismo:http://acento.com.do/2013/opinion/1411952-todos-somos-mandela/,http://acento.com.do/2014/opinion/1413375-simplemente-justicia/ por lo que ahora sólo quiero dejar claro que Mandela no hizo lo mismo que Bosch.

Veamos: Mandela recibió el Premio Nobel de la Paz en 1993 y asumió como primer presidente negro de Sudáfrica en 1994. Consecuente con su discurso de siempre donde el “borrón y cuenta nueva” no estaba en su diccionario, en 1995 se creó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (Truth and Reconciliation Commission) por mandato del Parlamento sudafricano mediante la Ley de Promoción de la Unidad Nacional y la Reconciliación, No. 34 de 1995 que ordenaba investigar las “Violaciones graves de los derechos humanos” durante el período del apartheid de más de treinta años (1960-1994): “el asesinato, el secuestro, la tortura o los malos tratos graves de toda persona”, o “la conspiración, la incitación, la instigación o la orden” de que se cometieran tales actos en relación con conflictos del pasado, dentro o fuera de la República, y cuya Comisión fue aconsejada, planificada, dirigida, u ordenada por cualquier persona por algún motivo político.”

La Comisión documentó: “Asesinatos por agentes del Estado dentro y fuera del país, desapariciones, tortura y abusos por las fuerzas armadas y policiales, incursiones en países vecinos por las fuerzas armadas para atacar a la oposición, asesinatos, sobre todo con bombas y minas terrestres, por la oposición armada, abusos en campos de detención de la oposición armada, fuera de las fronteras de Sudáfrica, violencia por particulares, por motivos políticos.” (P. B. Hayner).

Esta Comisión fue guiada por el arzobispo anglicano Desmond Tutu (otro Premio Nobel, libre de sospecha de vengativo, supongo) y tuvo como lema “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón”.

Para entender este innovador proceso de justicia que vivió Sudáfrica es muy ilustrativa la película “Sueños de libertad” (In My Country) con la actriz francesa Juliette Binoche que pasan en estos días por los canales de cable. La película ilustra como fueron las polémicas audiencias públicas que surgieron por la modalidad de la Comisión y lo hace incluyendo como ejemplos casos en que no fue posible la reparación solicitada: La exigencia de una víctima ante los agentes que durante la tortura le destruyeron los testículos de que le devolvieran su virilidad, no fue ni pudo ser satisfecha.

cifuentes.guillermo@gmail.com

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