La campaña electoral ante la historia

Por Manuel Núñez

Desde hace tiempo —exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto—, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo.2 Juvenal,  Sátiras X

Una campaña electoral es una batalla que se libra en la mente de cada elector con el objeto de influir en la decisión de los ciudadanos a la hora de elegir a las autoridades. Es decir, se trata strictu sensu  de establecer una comunicación política para  manipular a la opinión pública mediante las redes de comunicación: programas de televisión, periódicos, propaganda visual,  spot de radio y de televisión. Esta operación se lleva  a cabo,  empleando métodos racionales, una argumentación convincente. O, haciendo uso de argumentos emocionales, vale decir, manipulando los sentimientos y  las imágenes políticas.

Esta guerra se lleva a cabo como el enfrentamiento de dos ejércitos. El del Gobierno y el que representa la oposición. Cada uno tiene un comando aéreo, que, bombardea con anuncios de televisión y de radio, con campañas de descrédito, con proclamas  y volantes al blanco escogido.  Y, al mismo tiempo,  se organiza la campaña de tierra, los mítines, los contactos cara a cara, reuniones con los electores y caravanas. Se montan  los debates televisados, se ocupa el espacio terrestre con vallas, banderolas, afiches. Al parecer, tales mecanismos no bastan, y a veces, se compran a los delegados del partido contrario; se espían a sus dirigentes para elaborar campañas de descrédito; se manejan las listas de electores, para llevar a cabo un cerco a los votantes o a los delegados de los partidos y ganar las elecciones,  empleando estrambóticas maniobras.

Tras hacer el inventario de los grandes temas de las encuestas dadas a conocer — Gallup, CIES, Greenberg, Penn and Shoen,  Alfonso y Asociados, New Link —podemos deslindar los grandes temas que obsesionan a los ciudadanos, que, en cada variopinta entrega, aparece con porcentajes diferentes.

Robos, asaltos, bandas y delincuencia en general
Inflación, alza del costo de la vida
Escasez de fuentes de trabajo, desempleo
Los apagones o la falta de energía
Falta de agua potable
Corrupción administrativa
Falta de medicamentos y alto costo
Migración haitiana
Falta de aulas y de profesores
Tráfico y consumo de drogas
Los femenicidios
Violencia doméstica
Pobreza
Inseguridad ciudadana
Deterioro de los servicios públicos

Quedan, con este diagnóstico, establecidos los temas de campaña. Los historiadores del porvenir tendrán, sin embargo, que centrarse en las características de estas elecciones, que, muy probablemente sean el preámbulo de una época de oscura decadencia. ¿Cómo debería reconstruirse este período histórico, para los dominicanos que nos lean, en los próximos cincuenta años, cuando todos los candidatos que tercian en esta campaña,  hayan pasado al otro barrio?

La descomposición de los partidos mayoritarios.

Los grandes partidos de oposición se han desvanecido. El PRD que, en las últimas elecciones del 2012 obtuvo el 47% de las votaciones,  se ha descuartizado en dos fuerzas. El principal partido de oposición se ha vuelto satélite del PLD, partido de Gobierno.

El PRSC que, a su vez, había sido  fuerza mayoritaria, se ha dividido en varias fracciones. Una, liderada por el senador Amable Aristy Castro, satélite del Gobierno de turno y la otra que mantiene la representación electoral y los símbolos, se ha aliado con los desprendimiento del PRD que aún permanecen como oposición, con el nombre de Partido Revolucionario Moderno ( PRM). Entre los dos concentran el grueso de la oposición; el resto se compone de partidos que, por su escaso caudal de votos obtenidos en las elecciones pasadas, han sido bautizados como minoritarios.

Las mudanzas de bandos políticos entre los militantes han convertido a los partidos en un revoltijo de tránsfugas y oportunistas. Ya no se defienden idearios.  Todas las certidumbres políticas se han derrumbado. El votante de estas elecciones tendrá que votar por un hombre, no por un partido que no existe; por una idea o un eslogan, no por un programa; por el espectáculo; no por la vida verdadera. Se calcula que sus mentes, secuestradas por la aplastante maquinaria mediática, no podrán orientarse libremente en este laberinto político.

La ausencia de propuestas y de ideas. Ninguno de los grandes partidos ha planteado cómo resolver los problemas que aparecen en los  estudios de opinión. No tienen ningún programa que sirva de contrapeso a la pérdida del empleo, al  despliegue de inseguridad, al desmantelamiento de la soberanía, a la deconstrucción de la sociedad, la anulación de la familia, de las instituciones y de las lealtades a nuestra continuidad histórica. Lo peor de  esta época es que los hombres y mujeres que tendrían mayores posibilidades de llegar, ungido por el voto, son el problema, no la solución. Que han entrado a la palestra política, no para defender ideas y programas, sino para participar en las ventajas de la repartición del presupuesto.

El rasgo principal de estas elecciones es la desigualdad entre los contrincantes.

Los candidatos del Gobierno emplean a ojos vistas los fondos públicos para mostrar su abrumadora fuerza. El ejército de la reelección, constituido por políticos, periodistas, intelectuales, profesionales y arribistas de toda laya, se impuso como una fuerza aplastante y definitiva.

Primero destruyó las posibilidades electorales del ex Presidente Leonel Fernández, ejecutado por verdaderos asesinos de reputaciones; eliminó las primarias internas; cambió las reglas electorales, que impedían formalmente la reelección, para su propio beneficio, sin ni siquiera consultar al pueblo en un referéndum como establecía la Constitución; compró la voluntad de los legisladores, y ha cubierto todas estas maniobras de la aprobación mediática.

De la manifiesta asimetría entre Gobierno y  la oposición, de los métodos que se han empleado para falsear la voluntad popular, no puede concluirse que estas elecciones puedan calificarse como un ejercicio de la libertad libérrima de los ciudadanos.

El predominio del intervencionismo Las revelaciones hechas por «el» embajador de Estados Unidos, tras crear la Cámara de Comercio LGTB,  de que la USAID tenía el  propósito de apoyar con un millón de dólares a los candidatos homosexuales, echó nuevas lumbres sobre el papel que ha desempeñado la intervención extranjera en nuestros procesos electorales.

Estas injerencias quebrantan la Constitución de la República en su artículo 3, que obliga a todos los poderes públicos a impedir la intervención extranjera en los asuntos internos de la República, y contraviene el artículo 55 de la Ley Electoral 295-97 que prohíbe que gobiernos, organizaciones y compañías extranjeras aporten recursos a los candidatos que participan en la campaña electoral.

Los resultados que pudieren derivarse de semejante maniobra estarían teñidos de ilegitimidad, pues nacerían de una previa vulneración del derecho, y de la igualdad establecida por las leyes.  Tras la condena a 19 años de prisión a Marcelo Odebrecht, Presidente de la compañía ODEBRECHT,  por tráfico de influencias, lavado, soborno y otras fechorías, se ha revelado que los fondos de ODEBRECHT han influido en las campañas políticas dominicanas del 2012,  y que:

Una porción de los sobreprecios de todas las obras que llevan a cabo en el país, fue empleada por el asesor brasileño del Presidente Medina, Joao Santana, para desarticular a la oposición, pagar coimas y sobornos y convertir a los periodistas en papagayos.

En todos los lugares en donde operó este siniestro personaje; se le entregaban  los canales de los servicios secretos; 2) se ponía a disposición de su compañía contratos millonarios.  Está sobradamente demostrado que el intervencionismo internacional ha distorsionado los resultados electorales. Pero la dimensión de los hechos no será, entre nosotros, revelada. De todas estas corrupciones, el pueblo quizá ni siquiera se entere.

El ciudadano no cuenta con suficiente información sobre los candidatos.El periodismo libre ha desaparecido; predominan las relaciones públicas. En semejantes circunstancias, no puede el pueblo orientación. José Martí había escrito “ser culto es el único modo del ser libre”.  Metido en la prisión de la desinformación, en la arrogancia de candidatos que rechazan el debate, que imponen su candidatura de modo irracional. La falta de libertad de todos las personas que dependen del Gobierno es tal que resulta casi imposible que obren libremente a la hora de sufragar y escoger a un candidato.

La campaña política no se funda en la solución de  los problemas del país ni en ningún proyecto,  sino en la voluntad de manipulación.  El objetivo del Gobierno es permanecer en el poder, y para ello, acude a las fórmulas de Juvenal, pan y circo.

El Gobierno le construye casas a los invasores de terrenos; centra su ejercicio en políticas paternalistas, en bonogas, bono luz, ayudas. De todos los aspectos del ejercicio de Gobierno, la educación representa el florón. Se lleva las palmas en todas las encuestas.  la mayoría de los encuestados entiende que el gasto del 4% del PIB en educación es la mayor obra  de la Presidencia. Sin embargo, en todas las evaluaciones internacionales ocupamos los peores lugares en lengua española, en matemáticas.  Es decir, que la escuela no enseña a leer ni a escribir ni a pensar ni a contar. Peor aún: tampoco forma ciudadanos apegados a su historia, a su continuidad histórica.  Las buenas evaluaciones se deben  a la aplicación de la tanda extendida, incluyendo el almuerzo, y el  desayuno escolar. Ninguna de esas conquistas que invitan a los padres a dimitir de la responsabilidad de alimentar a sus hijos, compagina con el progreso de la educación.

Durante los primeros años de Gobierno se abrieron procesos judiciales espectaculares con miras a sancionar a funcionarios, cuyo enriquecimiento  se relacionaba con el ejercicio de la corrupción administrativa. Tras varios años de circo, todo terminó en una farsa. Los imputados por el propio Gobierno fueron rehabilitados y convertidos en candidatos de la campaña.

Ante las amenazas que representa el colapso de Haití, el objetivo del liderazgo ha sido  esconder las repercusiones de semejante descalabro. Los dominicanos, en cambio, sienten que la sociedad se desmorona. Que el país se halla ocupado. Que desaparece el empleo: que los hospitales se descalabran, que las escuelas llevan un derrotero muy parecido a las otras conquistas sociales, y peor aún: que los dirigentes del país esperan que estos problemas se resuelvan por sí solos o por el imperio de la decencia ajena.

El autor es historiógrafo, poeta y candidato a diputado del Distrito Nacional por la Fuerza Nacional Progresista.

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