Pero a confesión de partes, venga el relevo de pruebas (Décima)

Por Juan Tomás Valenzuela

Que confundan a Gonzalo
y al presidente Medina,
es como vé a una sentina
llena de pupú de escualo.
Es asociar tó lo malo
con lo vil y lo peor,
Es ligar al corruptor
con lo malo y corrompido,
es comparar al ungido
con un simple malhechor.

Que comparen a un delfín
con un tiburón podrido,
es comparar al ungido 
con un socio malandrín.
Es explicar que el botín
corre hacia el mismo destino.
Es como dijo Marino
hace días en El Jarabe,
que entre ellos dos no se sabe 
cuál de los dos es peor,
si corrupto o corruptor,
porque además, son enllaves.

Dice Gonzalo Castillo 
que constituye un honor
que comparen su labor
con la de este gran caudillo.
Que eso es como si a Trujillo,
que nada tiene que ver,
se compare al Balaguer 
que gobernó a sangre y fuego
con el tirano de Lego 
que se quiere interponer.

Comparar a ese rufián 
que gobierna con descaro 
con esta especie de guaro,
pá mi como que no tán.
Comparar a un charlatán 
que dijo que no aspiraba,
y que según él, actuaba
solamente por rumor,
por un asunto de honor,
es algo que no esperaba.

Pero a confesión de partes,
venga el relevo de pruebas.
Y este simil nos comprueba
que esto no es un caso aparte.
Estos dos, de parte y parte,
es verdad que son lo mismo.
Si uno nos lleva a abismo
detrás de una reelección,
el otro, en la corrupción,
ya tiene fe de bautismo.

Juan de los Palotes
20 agosto 2019

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