Se dice que eran millones, que la menor y el jurista (Décima)

Por Juan Tomás Valenzuela

La libertad pura y simple
se le otorgó al general
por lo de Acoso Sexual,
lengüeteo y “tocar timbre”.
Ya está en el sillón de mimbre
donde este oficial, atento,
manoseaba y le hacía cuentos
a la joven mozalbete,
que le había puesto un cohete
casi a todo un regimiento.

Era un negocio cuadrado
que tenían, la muchachita,
el comandante Risita
y un “prestigioso” abogado.
Si el guardia era adinerado,
o estaba en un puesto clave,
le llevaban esta “nave”
para que diera una vuelta,
y después del vuelo delta,
la vaina se ponía grave.

“La niña”, de diez y seis
con un cuerpo de veintiuno,
tenía un ganado vacuno
metío en su guararey.
Ni han en la torre Caney
había tantos tutumpotes,
haciendo de soplapotes
con esta menor de edad,
que en tigueraje y maldad
bufeaba a Truman Capote.

Aunque eran dos batallones
los que se había zarandeado,
tan solo estos dos tarados
se embarraron los calzones.
Se dice que eran millones,
que la menor y el jurista,
tumbaban en las conquistas
de oficiales pervertidos,
que habían caído prendidos
por la joven chantajista.

Luego de un arduo camino
despachan al general,
sin ni siquiera juzgar
su condición de cretino.
El que tomó otro destino,
fue el infeliz coronel,
que ya perdió su mujer,
su familia, su dinero,
su barco, su amarradero
y el rango de brigadier.

Juan de los Palotes
2 febrero 2021

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