Y tendrán igual valor que un muerto pobre cualquiera (Décima)

Por Juan Tomás Valenzuela

En la inquieta humanidad,
la ambición por el dinero
es un deseo altanero
de cruel superioridad.
Dolorosa enfermedad
que en algunos se presenta.
Mal que la inquietud aumenta
y se torna en obsesión,
pues quien se robó un millón
quiere robarse 50.

Los que acumulan millones
han llegado a presumirse
que nunca van a morirse
por sus ricas condiciones.
No saben esos ladrones
que la muerte les espera.
Que una palidez de cera
les alterará el color
y tendrán igual valor
que un muerto pobre cualquiera.

El funcionario altanero
que en el vulgo sobresale,
se cree que en el cielo vale
la influencia del dinero.
Cuando le dá por entero
la patada a la tarima,
su mujer llora con grima,
luego lo entierra callada
y le echa una tonelada
de arena y cemento encima.

Chanito Isidrón

 

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