Por Juan Tomás Valenzuela La mafia de combustibles que denunció Bisonó, no era mía, de Perelló, ni algún otro incorruptible. Era del impredecible cuñáo de Candy Montilla, el mismo de la pandilla que suplía ñeca a Estado, ron de caña, pollo ahumado, chenchén, hocico y morcilla. Desde un alambre de púas o un horno de microondas, una motoneta Honda, un loro o una cacatúa, a las ruedas de una grúa o unas lentillas de sol,…
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