Aunque hipoteque mi vida, yo resuelvo (1 de 2)

MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera

Si en mis manos estuviera resolver la problemática ambiental que padece esta media isla, cuyas autoridades aun con el espejo espectral de la otra mitad ni siquiera se molestan en hacer abstracción de las consecuencias del desastre ecológico que está a punto de estallar, hace rato que le hubiera puesto coto, aunque hipoteque mi existencia.

La vieja sentencia: “cuando veas la barba de tu vecino arder, pon la tuya en remojo”, acuñada por la gente ordinaria en tiempos inmemoriales, parece que nunca fue escuchada ni leída por el licenciado Danilo Medina, pero tampoco por sus paniaguados y lacayos.

Es difícil de entender, por no decir imposible, que mientras los recursos naturales de la tierra que más amó el descubridor de las Américas, don Cristóbal Colón, son depredados de manera inmisericorde, el pueblo dominicano tenga la poca vergüenza de gastarse un presidente como Danilo Medina.

Sin temor a yerro alguno, esa caricatura de “dictador con respaldo popular”, es lo más ridículo y desconsiderado que ha pasado por la colina palaciega.

Si el otro tenía al país hasta la coronilla con el petulante afán de enrostrarle sus estereotipadas “conceptualizaciones”, Danilo le restriega su inescrupulosidad con un silencio calculado, y por demás culpable, que luego vuelca con hipócritas condolencias escritas a los familiares de las víctimas que él mismo enluta por su incapacidad indolente para combatir la delincuencia. ¡Es un cínico despiadado!

Es para llorar a gritos de impotencia que la gente no acabe de entender que como arengaba el fraterno Ernesto Valette Pérez en su programa Los hechos y su historia: “Más vale morir de pie que vivir eternamente arrodillado”.

Sé que desgraciadamente eran otros tiempos; pero eso sí, tiempos mejores como los considera y relata Jorge Manrique en sus coplas ante la muerte de su padre: “Recuerde el alma dormida/ avive el seso y despierte contemplando/cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando/ cuán presto se va el placer/ cómo, después de acordado, da dolor/ cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”

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