El lenguaje político según George Orwell

Por María Celsa Rodríguez

George Orwell, conocido por sus obras “1984” y “Animal Farm”, puso firme atención al manejo e importancia del lenguaje tanto en la política como en el periodismo. El lenguaje oral como el escrito son los elementos fundamentales para extender el puente de la comunicación. Pero en la mayoría de los casos por falta de honestidad, queda escondida o tergiversada la verdad.

Se transforma el pasado desde la argumentación falsa de los hechos históricos. Así, la mentira se convierte en un instrumento eficaz que favorece el relato constante de una realidad desplazada de su eje central. Orwell en un ensayo titulado “Looking Back on the Spanish Civil War” (1942), comentó:

“En mi juventud me di cuenta de que los periódicos nunca informan correctamente sobre evento alguno, pero en España, por primera vez, vi reportajes periodísticos que no guardaban la menor relación con los hechos, ni siquiera la relación implícita en una mentira común y corriente.

Vi reportajes sobre grandes batallas donde no hubo enfrentamiento alguno, y silencio total sobre acciones en las que cientos de hombres habían muerto. Vi tachados como cobardes y traidores a soldados que habían combatido valerosamente, y otros que jamás dispararon un solo tiro saludados como héroes de victorias imaginarias; y vi cómo los periódicos de Londres difundían estas mentiras y cómo ávidos intelectuales construían super estructuras emocionales sustentadas en eventos que nunca ocurrieron.

Vi, de hecho, cómo la historia se escribía, no en términos de lo que había ocurrido, sino en términos de lo que debería haber ocurrido de acuerdo con las “directrices del partido”.

Porque fue España donde primero se usó la “manipulación sistemática del lenguaje con fines políticos”. Todo muy bien orquestado y que produjo los efectos que se esperaba.

Para Orwell se conjuga perfectamente como un engranaje, lo político con el lenguaje, cuando todo se trata de ocultar, de modificar, cuando se trata de engañar con argucia y de confrontar a las masas.

Se eleva la intención de usar la propaganda política a través de los medios de comunicación, con títulos llamativos, con mensajes sensacionalistas, con eslogan pegadizos, con falsas suposiciones y con entredichos.

En su ensayo la «Política y el lenguaje inglés”de 1946, Orwell analiza como los políticos a través del lenguaje, es decir de las palabras elegidas para comunicar su mensaje, tratan de “defender lo indefendible”, travistiendo la realidad, porque no es posible exponerla desnuda.

En “Animal Farm”, el cerdo Squealer con su vehemencia de extensos discursos, “manipula el lenguaje”, cuando comunica a los animales de la granja que el alimento que recibirán será racionado. Entonces, modifica el término a usar, y en vez de decir “reducción” dice “reajuste”, es decir trata de convencer a los demás animales que va ajustar el alimento para coincidir con un estándar.

Esto demuestra que en la manipulación de las palabras lo que se busca es dejar un mensaje equivocado, confundir y despertar dudas. Lo describe Orwell como “un orador brillante… que era capaz de hacer ver lo negro, blanco” decía por Squealer, quien en sus discursos hablaba con lágrimas en los ojos. Y era tan persuasivo, que los demás animales “aceptaban su explicación sin hacer preguntas”. Un mecanismo tan aplicado por los líderes populistas.

En “1984”, Orwell dice “aparte de la supresión de palabras definitivamente heréticas, la reducción del vocabulario se considera como un objetivo deseable por sí mismo y no sobrevivirá ninguna palabra de la que se pudiera prescindir”. Orwell por eso propone que se use un lenguaje claro, transparente en que se digan las cosas como son. Pero muy pocos políticos o casi ninguno se hacen eco de ello.

En “Política y lenguaje Inglés” dice que “si hacemos un comentario estúpido y lo expresamos con claridad nos daremos cuenta de la estupidez que estamos diciendo, pero si ese mismo comentario lo expresamos de una manera ambigua, abstracta y ostentosa, nos puede parecer hasta brillante”.

Aquel personaje de Winston Smith en “1984”, que trabajaba en el Ministerio de la Verdad, y donde su trabajo consistía en alterar los documentos históricos para que se acerquen a los argumentos diseñados con la “verdad oficial”, -algo que los argentinos conocemos muy bien como relato-.

Se alteran los archivos, se modifican índices, se borran datos, se queman documentos, se maquilla todo. Se exageran las cifras o se las reduce, y la economía -aunque no sea verdad-, estará siempre en constante crecimiento.

Como dice Orwell “el lenguaje político tienen como propósito que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable y darle aspecto de solidez a lo que solo es viento”.

Y nos preguntamos:

¿Cuantos cerdos Squealer de “Animal Farm” hay en América Latina manipulando el lenguaje?.

En los gobiernos populistas y autócratas del socialismo del siglo XXI encontramos a un Correa en Ecuador; un Morales en Bolivia; Maduro en Venezuela, Rousseff en Brasil; Cristina Kirchner en Argentina.

Personajes que juegan con las emociones de las masas, los engaña, busca la adhesión de la mayoría disfrazándose de padre, madre, hermano, o salvador del pueblo.

Considerándose el dueño del Estado, y cual Luis XIV dirá “El estado soy yo”, donde la seducción a través del lenguaje, será el arma más eficaz para convencer y para dominar a las masas.

Dice Friedrich August von Hayek en “Camino de Servidumbre”: Hay tres razones principales para que semejante grupo, numeroso y fuerte, con opiniones bastante homogéneas, no lo formen, probablemente, los mejores, sino los peores elementos de cualquier sociedad. Con relación a nuestros criterios, los principios sobre los que podrá seleccionarse un grupo tal serán casi enteramente negativos.

En primer lugar, es probablemente cierto que, en general, cuanto más se eleva la educación y la inteligencia de los individuos, más se diferencian sus opiniones y sus gustos y menos probable es que lleguen a un acuerdo sobre una particular jerarquía de valores. Corolario de esto es que si deseamos un alto grado de uniformidad y semejanza de puntos de vista, tenemos que descender a las regiones de principios morales e intelectuales más bajos, donde prevalecen los más primitivos y«comunes» instintos y gustos.

Esto no significa que la mayoría de la gente tenga un bajo nivel moral; significa simplemente que el grupo más amplio cuyos valores son muy semejantes es el que forman las gentes de nivel bajo. Es, como si dijéramos, el mínimo común denominador lo que reúne el mayor número de personas. Si se necesita un grupo numeroso lo bastante fuerte para imponer a todos los demás sus criterios sobre los valores de la vida, no lo formarán jamás los de gustos altamente diferenciados y desarrollados; sólo quienes constituyen la «masa», en el sentido peyorativo de este término, los menos originales e independientes, podrán arrojar el peso de su número en favor de sus ideales particulares.

Sin embargo, si un dictador potencial tiene que confiar enteramente sobre aquellos que, por sus instintos sencillos y primitivos, resultan ser muy semejantes, su número difícilmente podrá dar suficiente empuje a sus esfuerzos. Tendrá que aumentar el número, convirtiendo más gentes al mismo credo sencillo.

Entra aquí el segundo principio negativo de selección: será capaz de obtener el apoyo de todos los dóciles y crédulos, que no tienen firmes convicciones propias, sino que están dispuestos a aceptar un sistema de valores confeccionado si se machaca en sus orejas con suficiente fuerza y frecuencia. Serán los de ideas vagas e imperfectamente formadas, los fácilmente modelables, los de pasiones y emociones prontas a levantarse, quienes engrosarán las filas del partido totalitario.

Con el esfuerzo deliberado del demagogo hábil, entra el tercero y quizá más importante elemento negativo de selección para la forja de un cuerpo de seguidores estrechamente coherente y homogéneo.

Parece casi una ley de la naturaleza humana que le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio a un enemigo, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva.

La contraposición del «nosotros » y el «ellos», la lucha contra los ajenos al grupo, parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un grupo para la acción común. Por consecuencia, lo han empleado siempre aquellos que buscan no sólo el apoyo para una política, sino la ciega confianza de ingentes masas”

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Referencias:
Rebelion en la Granja de George Orwell
“Looking Back on the Spanish Civil War”de George Orwell
“1984” de George Orwell
“Política y lenguaje Inglés” George Orwell
GEORGE ORWELL Y SU RELEVANCIA PARA EL SIGLO XXI, por Julio H. Cole
Friedrich August von Hayek en “Camino de Servidumbre”

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