Hubieres, olvida y tumba…

MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera

Los llamados dueños del país, como atinadamente los tildara el acucioso periodista y solidario amigo Radhamés Virgilio Gómez Pepín, precisamente por su conducta reprochable y en apariencia sin control, piensan que el resto de la población dominicana es tarada, y, por vía de consecuencia ajena a sus triquiñuelas.

Uno de ellos, acaso el más ilustrado, ante el crimen de uno de sus pares en contra del maestro Mateo Aquino Febrillet, ex rector de la primera universidad de las Américas, sólo ha tratado de burlar el bulto. Esos son gajes de nuestro oficio pensará él. Pero que olvide y tumbe…

Sin embargo, en obvia intención de desviar la atención de una sociedad consternada por el horripilante suceso, que afecta sus intereses, el actual diputado y aspirante a seguir en la Cámara Baja por la provincia Monte Plata, empresario del “transporte privado de pasajeros” Juan Hubieres, asume el discurso delator.

El discurso propio de los que ven la barba del vecino arder y no tienen remojo para la suya. A cualquier ciudadano “de a pie”, de esos desarrapados que deambulan entre miserias por esas calles, no de Dios sino del diablo, le encantaría conocer la Declaración Jurada de Bienes del señor Hubieres al momento de engancharse a legislador, y cuánto invirtió para ganar la curul. Y, ni hablar de su consorte…

Ya en este país de corrupción y de mafias familiares y amistosas, el concepto nepotismo, es un arcaísmo. Tan burdo, afrentoso y absurdo ha sido el proceso retrospectivo que la moda, lo que prima, es el dinastismo.

¿En cuál de los partidos del sistema político dominicano, esa aberración está ausente, no gravita?

Sin embargo, hay algo peor en este desaforado ejercicio de la política. El consabido y pernicioso transfuguismo, que de institucionalizarse como algo natural en una nueva dinámica partidarista arrasará con la integridad y armonía de la familia.

Fellito Suberví, tu padre acaba de confirmar el concepto que de él, siempre tuvo el doctor Peña Gómez. Hacia adelante siempre, muchacho, ¡Qué Dios te bendiga!

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