El Leonel de siempre (2 de 3)

Por Pedro P. Yermenos Forastieri

Muchos apostamos a Leonel Fernández, bajo la creencia de que en él la nación encontraría el estadista que tanto se necesitaba y que podría detener la hemorragia de decepciones que la mayoría de sus predecesores había producido. Ilusión fundamentaba en sus características personales y políticas.

Dotado de perfil diferenciado del ala conservadora de su partido a quien enfrentó en las primarias para la candidatura presidencial de 1996 de las que resultó ganador. De trato personal exquisito, alejado de la simbología peledeista de arrogancia y superioridad, discreto, humilde, paciente, sin vínculos con el pasado ni compromisos con sectores tradicionales.

Con esa carta de presentación, imposible suponer que a poco andar se convertiría en representante conspicuo de intereses de los que se le creía alejado, y que de aquel derroche de mansedumbre, surgiría un personaje capaz de transar con las prácticas llamadas a erradicarse.

Al ser tantas las expectativas generadas, en esa magnitud fueron las frustraciones de quienes no podíamos creer lo que estaba ocurriendo. Si bien es cierto se trataba de responsabilidad compartida con una organización partidaria que había trazado una estrategia para gobernar a cualquier precio, una gran carga le correspondía a él por su rango y la naturaleza vertical del Estado dominicano.

Leonel basó sus políticas públicas en aspectos que han definido la conquista y preservación del poder en este país. Clientelismo, populismo, abultamiento de la nómina estatal, endeudamiento irresponsable, política fiscal deficitaria y corrupción. Si vamos a evaluar por sus dos posteriores victorias electorales, podría concluirse que tuvo razón. No. Poco tiempo después se convirtió en víctima de sus propias recetas y eso se ha traducido en un político viejo, y no precisamente por ancianidad.

Al pronunciar discursos en el extranjero o escribir artículos de opinión, al escucharlo o leerlo, a uno no le queda más que preguntarse si se trata de la misma persona que ejerció el poder durante tres períodos marcando distancia entre lo que dice, escribe y hace. El Leonel retórico, es el gobernante que entendíamos sería.

Un ejemplo ilustrativo de lo que afirmo es su tesis sobre la corrupción, materia en la que sacó las peores calificaciones y al referirse al tema, se comprenden las razones. Pretende convencernos de que se trata de un fenómeno natural. Una especie de elemento ineludible del ADN humano, que se pone de manifiesto en todas sus actividades y que no importa lo que se haga para combatirla, prevalecerá.

pyermenos@yermenos-sanchez.com

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